Hoy charlamos con Damián Márquez, leonino, bailarín, profesor de musicalidad y papá de Charo. Lo invitamos a charlar sobre su vida en estos tiempos de clases en línea y el aletargado retorno de la presencialidad al baile y las milongas. Nuestro entrevistado se define como un agradecido “de todo lo que me toca porque aprendo. Y amo aprender.” Agrega que es curioso y por eso se aburre con facilidad. Damián nos comparte que, además de su familia, la música es su gran inspiración.
Redescubriendo sonidos
Belén: ¿Estás escuchando tango? ¿Hay algún poeta, cantor u orquesta que hayas vuelto a escuchar con nuevos oídos?
Damián: Escucho mucho tango, sobre todo en los viajes en bondi cuando voy a trabajar. Soy de buscar orquestas variadas. Si bien, me considero darienzista, y aunque le tengo mucho respeto, Troilo no es una de mis orquestas, la verdad es que vengo escuchándolo mucho. Lo que te puedo decir es que en Troilo vengo encontrando obras que me gustan muchísimo, más allá de los tangos comunes. A Pichuco siempre lo escuchaba asociado a mi cantor ídolo, El Polaco (Goyeneche). Ahora me metí con otros cantores y mucho tango instrumental. Insisto, la orquesta de Pichuco nunca fue de mis preferidas pero siempre me gustó y ahora lo escucho diferente.
Apertura al mundo y nuevos vínculos
Belén: ¿Cómo te adaptaste al desafío laboral que impuso la pandemia?
Damián: Siento que no me adapté. En mi caso, tengo mucho trabajo fuera del tango. Sole (esposa y compañera de baile) se adaptó muy fácil porque tiene más capacidad. En mi caso no fue tan fácil. Soy medio bruto y me cuesta expresarme si no tengo a la gente ahí, donde los puedo ver. Donde me puedo acercar, poner una mano en el hombro y dar una devolución en el momento. Es todo tan anti-natural! Hablamos del tango, una danza donde una de las principales cuestiones es el contacto… ¡Lo estamos viendo por una pantalla! Tengo colegas que se vieron envueltos en un dilema terrible por la falta de trabajo. Celebro que se hayan podido reinventar. Pero espero que todo esto quede acá. Que cuando todo vuelva, nos podamos volver a ver.
Belén: ¿De qué manera cada uno de nosotros puede aportar (desde su lugar y su labor) algo a la comunidad milonguera?
Damián: Siendo fieles a nosotros mismos. Creo que hubo una gran equivocación y confusión alrededor de la palabra “reinventar”. Una cosa es reinventarse a través de la PC. Otra cosa fue empezar a tirar zaraza y hacer cualquiera. Desde que empezó, ¡pudimos ver cada cosa!
Y a la comunidad, propiamente dicho, se está aportando. Todo es poco cuando tu economía gira alrededor de algo que no podés hacer. Y que, encima, a veces no permite tener un ahorro. Porque, ya sabemos cómo es esto. Si no te vas afuera a ganar en una moneda fuerte, cuesta más. No sé. Yo, desde el lugar que me toca, elegí ver un poco qué es lo pasa y si puedo, ayudar a quien veo que lo pide.
Belén: Durante la cuarentena ¿has observado nuevas formas de vincularse entre colegas, entre artistas, entre los diferentes protagonistas del universo tanguero?
Damián: Sí. Es evidente que esta pandemia no trajo cosas buenas, en general. Y al mundo del tango, menos. Pero también es cierto que empezás a hablar con más gente. Hice amistad con gente que me cruzo en la milonga y que más que un saludo no había. Ahora hablamos, mandamos mensajes. Me encanta que pase eso… Ojalá se mantenga.
Pertenencia y solidaridad
Belén: ¿Qué pensás que hemos aprendido como comunidad hasta aquí en este desafío que trajo la pandemia?
Damián: Me gustó sentir que hubo momentos del año en donde todos pudimos pertenecer. Me refiero a que, debido al rechazo que generó el mundial de tango virtual, nos juntamos (yo un poco más desde afuera) muchos bailarines “normales” por decirlo de alguna manera, con los de la elite. Algunos no. Pero creo que hubo una unión en cuanto a ayudar a los que peor la estaban pasando y la gran mayoría colaboró.
Hubo otros que no. Y no es una condena. Hay una novela de S. King que se llama Cementerio de Animales y en un momento dice “Uno siembra lo que puede y lo cuida.” Creo que se lo tomaron en serio.