El barrio

Araca, Chacarita:
sos barrio que empilchás siempre de negro.
Tiene cuerdas de lágrimas tu viola;
seis cuerdas donde chivan los que fueron.

Quebrás el metejón y los engrupes;
de todo berretín sos el veneno.
¡Cuántos fiambres se meten en tus rúas,
buscando la catrera pa’ sus huesos!…

Uno quiere olvidarse de que vive
y de pronto ¡san Dió! fajás el pesto.
¡Qué de cosas los fúnebres chimentan
al pasar cerca nuestro!…

Ligamos, al manyar una carroza,
la fulera emoción de ese misterio:
nos volvemos filósofos
y comienza a patearnos el Silencio.

El coco yira y tira;
tallamos en Amleto.
La visión de la Muerte nos arruga
y sentimos un nudo en el garguero.

Oíme, Chacarita:
cuando juno la sombra de un cortejo,
yo no sé, pero el “cuore” se hace el torta,
pidiéndome dos guitas de refuerzo.

Del alma se despega una parola;
me sangra el pensamiento.
Y en el chau que le tiro al que ha sonado,
va de pie mi tristeza de gran reo.

¡Qué biaba de crespones!…
Qué música de ruegos…
(Chacarita, batime, francamente:
¿yo también cantaré para el carnero?)