Repasamos la historia de quien fue Agustín Rafael Comastri y como se creo el mirador.
Al pasar por la esquina que conforman las calles Fitz Roy y Loyola, en los límites del barrio de Chacarita con el de Villa Crespo, podemos observar que en el lugar existe una escuela, la “ENET N° 34”, que tiene de entrada un portón ancho de hierro.
En todo el entorno, verjas del mismo metal y más allá de un agreste jardín, algunos edificios modernos, propios de un establecimiento de educación secundaria. Si nos adentramos al camino que desde el portón lleva a la escuela, hallará una vetusta estructura, casi oculta por los árboles, entre los que se destacan altas palmeras centenarias.
En el centro de esta manzana tenemos un edificio que nada tiene que ver con los cubos de cemento que lo rodean y las casas de departamentos circundantes. Es el último “mirador” de nuestra ciudad y fue parte de la residencia de un italiano progresista, don Agustín Rafael Comastri, que mandara construir el edificio entre los años 1870 y 1875, como casco de sus extensas posesiones en esa región, y lugar de vivienda de su numerosa familia.
El Mirador Comastri se construyó en el centro de la manzana. El edificio se caracteriza por ser de planta cuadrada y presenta en el frente una galería sostenida por columnas de hierro. Hay luego otros dos pisos de igual diseño, que van decreciendo en sus dimensiones, y en lo alto se destaca, airoso y elegante, el mirador que ha dado nombre a la casona. Ese recinto, que es muy pequeño, está ornamentado con cristales de colores y en lo alto se puede apreciar un pararrayos, que fue el primero en instalarse en la zona.
En el segundo piso del Mirador Comastri, un gran reloj ofrecía la hora al escaso vecindario y una gran lámpara por las noches oficiaba de faro para viajeros que eran escasos en esos tiempos. Se nos dice que Comastri hizo extender cañerías para recibir gas, dicen los rumore que desde el barrio de Belgrano y era utilizado para lograr una iluminación eficiente en el mirador.

Rodeado por un jardín de palmeras añosas de distintas especies, olivas y magnolias, el Mirador Comastri posee una estructura simétrica, con columnas de metal en el frente para sostener la galería, es obra del arquitecto y pintor Eugenio Biaginie y está inspirada en la Catedral italiana de Santa María de todos los Ángeles de Florencia.
Como ya mencionamos, la residencia del Mirador Comastri tiene dos plantas de distintas dimensiones y en el centro de la parte superior se eleva la torre, coronada por una cúpula de forma cónica adornada con vidrios de distintos colores. Al mirador se subía por una escalera de mármol que desembocaba en otra de madera, para finalizar en un tercer tramo “caracol” construida en hierro. En el sótano estaba la bodega y la entrada a los túneles que llegaban hasta el Arroyo Maldonado.

En los bajos de la casona Comastri se encontraba la recepción, y en ella, una gran estufa de mármol castaño y a la derecha otro amplio recinto de techo con cuarterones policromados, que originariamente se veían en todas las habitaciones y que luego fueron cubiertas con yeso.
En el comedor de la residencia del Mirador Comastri había una mesa para doce comensales y en un rincón, un piano “Playel”. Varias hijas de don Agustín solían tocar instrumentos y se organizaban con frecuencia reuniones sociales muy animadas. No olvidemos que “El Mirador” era un punto de referencia, pleno de comodidades nada frecuentes en esa zona.
La escalera principal era de mármol y conducía a la segunda planta, donde estaban los dormitorios y los baños. Ese piso estaba rodeado por una galería con artística verja. Otra escalera de madera conducía a la tercera planta y una de las llamadas “de caracol”, de hierro, llevaba al mirador ya citado.
En la planta del mirador baja se abría la entrada a amplios sótanos, donde se guardaban las bordalesas con el vino que se fabricaba en el lugar y de donde partía un túnel (datos del nieto Arcadio) que en un principio llegaba hasta el arroyo Maldonado, que estaba a pocos centenares de varas de la residencia. Se nos dijo que cuando el arroyo tenía mucha agua, se podía navegar en un bote de remos hacia Palermo.
El vecino y escritor Miguel Angel Giordano recordaba que en la calle Loyola, a metros de el Mirador Comastri y por 1940, existió la entrada a una larga excavación o túnel, que era recorrido por los muchachos del barrio, hasta algún punto en el que los desmoronamientos lo impedían.
Si nos adentramos en la historia del pionero del mirador: Agustín Rafael Comastri nació en un pueblo de Toscana, llamado Antrácoli, no lejos de la ciudad de Lucca, en el año 1830. El joven Comastri formalizó en su pueblo el noviazgo con la vecina Clementina Cataldi y empujados por irregulares situaciones políticas del momento y apuros económicos, decidieron imitar a muchos compatriotas y procurar “hacer la América”, viajar en procura de paz y trabajo a una tierra lejana, pero que suponían promisoria. Así es que se embarcaron en el puerto de Génova, para arribar a nuestra ciudad en 1860 y contraer matrimonio en 1861, cuando Agustín tenía casi 30 años y Clementina poco más de 20.

Comastri y Clementina vivieron inicialmente en algún conventillo y luego, aconsejados por amigos del “paese”, tomaron la decisión buscar tierras en los lindes de la ciudad de Buenos Aires, allá por donde el arroyo Maldonado separaba esas tierras de los partidos vecinos de la provincia. Se creía que tenían algún dinero y que también ahorraron durante tres o cuatro años y fue así como compraron un predio en el valle del citado arroyo, dentro de la ciudad.
Al principio vivieron en un sencillo rancho. Fue duro el trabajo y a medida que llegaban los hijos, y prosperaba la quinta inicial, Comastri fue comprando tierras convocando para trabajarlas a italianos de los que iban arribando continuamente, siguiendo el camino de los pioneros. Al cabo de diez años, el activo peninsular tenía más de cuarenta manzanas de fértil tierra que se extendían, aproximadamente, desde Corrientes a Córdoba y desde Serrano hasta Dorrego. Este camino de Dorrego fue trazado por 1827, cuando el ingeniero Felipe Senillosa delineara el pueblo de Chorroarín, que no llegaría a prosperar.
No muy lejos, hacia el oeste, casi derruidos, estaban los caserones de los sacerdotes jesuitas. Se trataba de la antigua “Chacarita de los Colegiales”, pequeña chacra o dehesa utilizada durante algún tiempo como lugar de descanso de los colegiales del Nacional.
El caso es que por 1870, ya instalados Comastri y su familia, en sus amplias y feraces tierras, tomó la decisión de levantar en el centro de sus posesiones —como un señor rico de la patria lejana— una residencia digna de su ya firme posición económica. Comenzó la construcción de su casa inspirándose en el estilo de las señoriales viviendas campestres llamadas “Villas”.
Se cuenta que la casa familiar de los Comastri se convirtió en un centro político y social por donde pasaron destacadas figuras de la época, como los presidentes Nicolás Avellaneda, Carlos Pellegrini y Bartolomé Mitre, y que además fue el escondite de Hipólito Yrigoyen durante la llamada “revolución radical” de 1893.
Luego de la muerte de la viuda de Comastri, el predio fue alquilado al Consejo Nacional de Educación para funcionar como hogar de “niños débiles” y finalmente vendido al Estado. Luego funcionó como jardín de infantes y en la época de Perón fue residencia para alumnos del interior.