Curada por Ana Aldaburu, Abreojos, segunda exhibición colectiva de Laura Arce, Francisco Baggiani, Diego Díaz y Cintia Vietto cierra éste sábado con una gran fiesta colectiva a partir de las 19 hs.
Abreojos, explican los artistas, “es un dispositivo flexible, capaz de reunir obras que se articulan en la atmósfera de la sala, como si se tratara de un gigantesco caleidoscopio…. a medida que vamos hilvanando el sentido de lo expuesto, nos aproximamos a posibles respuestas a las preguntas ¿por qué se expone? ¿qué significa mostrar?
Materialidades caleidoscópicas
“Sírvase mirar como si fuese un caleidoscopio” sostiene Laura Arce prologando la muestra anterior que compartió con los mismos artistas. Lo que nos fascina del caleidoscopio es que un mismo material crea infinitas, diversas figuras. ¿Y cuál es la materia prima de estos cuatro artistas?
Lobos, mutantes, animales al acecho y al ataque. La paleta expresionista -y el término “expresionista” se queda corto- de Laura Arce, da a ver un bestiario en el que reconocemos esa ferocidad del color y de la imagen encarnando en la materia misma la violencia salvaje de un mundo marcado por la amenaza. Empastes crudos de gamas elaboradas, formas/fieras de un paisaje ambiguo, ¿primitivo o apocalíptico? ¿este bestiario de Laura no será el nuestro?, ¿esas presencias siniestras no son eso familiar que no queremos ver?
En los registros, los grafismos de Francisco Baggiani, en sus superficies animadas por temblores, asistimos a fracturas, dislocaciones en las que se hunden y emergen fragmentos de cuerpos, máscaras, paisajes. Un ritmo que se despliega sin armonía, una presencia aluvional… Catástrofe de capas geológicas, chorreo de lava de su cromatismo intenso, pero también un mundo de crisálidas -¿insectos?- donde lo ominoso, lo inquietante es la marca de ese fluir concatenado.
Diego Díaz no “representa”, escenifica, presenta figuras: primeros planos de personajes en un paraíso de la droga, sirenas de carne de rosado patético, un panorama montañoso donde lo paisajístico se quiebra con unas hormigas, o una pareja en un ambiente oriental. Disonancia de personajes de un teatro del horror, recorte y mezcla donde eso heterogéneo cobra vida por el uso potente de una imagen al servicio de historias de sentido abierto. Fresco, sarcástico, de diversas “humanidades”, un relato visual que va más allá de sí mismo.
En Cintia Vietto, hay una intensificación concentrada de procesos, donde la fragmentación, el uso de recortes, pedazos de color pregnados de movimiento, manchas y formas asociadas, generan un espacio sabiamente desestructurado en su estructura. Se atisban restos, ¿cuerpos, paisajes?, que dotan a la abstracción de formas informes, dislocadas, donde uno casi puede seguir el ritmo y la untuosidad de pinceladas rápidas, que en encastres, superposiciones, ricas e intensas gamas dotan a la superficie de una vitalidad exultante.
Presentar, escenificar procesos: si hay algo que comparten estos artistas es la potencia de transformación, ya sean personajes, animales, metamorfosis o fragmentaciones encadenadas. Si hay una fuerza salvaje en la dinámica de estos procesos es la materialidad potente, algunas veces frenética, con la que cada uno a su manera presenta sus fantasmas.