“Astrología, ¿​Qué es el Mapa Natal?” por Violeta Vazquez

​Por ​Violeta Vazquez​, ​autora de “Basta de repetir la historia Familiar” y de “Dar la Teta”​, ​Ed​.​ del Nuevo Extremo​ (www.delnuevoextremo.com​)​​

Cada ser humano es un recuerdo de lo que fue la Tierra en el momento de su nacimiento. Ya los orientales lo decían: en la semilla está el árbol, en el principio está la potencia de todo. Quiere decir que nuestra forma de empezar determina gran parte de nuestras potencialidades.

La astrología me regaló unos lentes nuevos para mirar el universo. De repente empezaron a tener sentido muchas cosas, los de afuera dejaron de ser los responsables, y los ciclos trajeron todo nuevamente, de forma circular como el mandala natal. Con mi carta natal comprendí mi origen y mi destino. Comprendí mis talentos y mis detrimentos, mis herramientas y mis lugares “débiles”.​ ​La carta natal es la foto del cielo en el momento (y desde el lugar) de nuestra primera bocanada de aire. Todos nacemos en el momento preciso, no importa si es programado, por cesárea o parto natural. De nada sirve evitar “ciertos días” para parir, el niño traerá lo que tiene que traer, si no es el signo de su sol o luna, será en el ascendente (que se juega en la hora) o en los planetas por casas.

En el inicio está muy resumido, y a extrema velocidad, el todo. De ahí el dicho “no empezar con el pie izquierdo”. Significa que la experiencia fundante de nacer será de vital importancia porque es, en resumidas cuentas, nuestra manera de vibrar, nuestra matriz energética. ¿Eso determina nuestro futuro? No, cada uno de nosotros tiene inmensa cantidad de materia prima y hace con ella lo que puede. Sin embargo, en la carta natal se ven nuestras pasiones, nuestras áreas más importantes, nuestros conflictos básicos y nuestras promesas, vocaciones y misiones. Todo a nivel energético, no en eventos concretos.

Una energía marciana puede manifestarse con deporte o con agresión. La energía taurina puede materializarse en muchos bienes o en pleno y despojado contacto con la naturaleza. La energía geminiana puede inclinarse hacia el don de la palabra o hacia el comercio. Justamente la astrología nos enseña a relacionar como “similares” cosas que para el resto de la gente no son compatibles, cuando energéticamente expresan lo mismo. ¿Qué tienen en común la música, el servicio, el sacrificio, la poesía, el chamán? Son todas expresiones piscianas de falta de borde, total identificación con el otro, amorosidad y falta de palabra. Lo esencial que junta todo es el principio “pura empatía y simbología”. Podríamos agregar el lenguaje de los sueños, el cine, los lenguajes sagrados y el inconsciente colectivo. La astrología es una nueva forma de pensar la realidad. Para conocer de astrología hay que conocer las luces y las sombras de cada carta natal.

Sobre la propia carta se pueden superponer muchas otras cartas (tránsitos, revoluciones solares, cartas de hijos, parejas, cartas familiares). Nada tiene que ver con el horóscopo que leemos en las revistas. Se trata de un proceso de autoconocimiento y de comprender la cualidad del tiempo. Es decir, cuándo es un momento apropiado para una cosa u otra, aceptando los tiempos del universo.

Como las semillas, que no todas se plantan en cualquier época del año. Así somos nosotros, orgánicos y a la vez simbólicos. Culturales y animales. Soberbios e infinitamente pequeños. Lo más probable es que un ser se identifique con el signo de su sol, o la casa del sol y la luna. Más difícil le resulta con el ascendente y los planetas más alejados del sol. Lo interesante es conocer la historia de la persona para poderle hacer una devolución. Conocer qué se le juega a la persona en el entorno o en el destino. Todo lo que el otro vive y le resulta incómodo o violento es parte de su energía en acción, no integrada. Pongo un ejemplo: una mujer con energía marciana y venusina en la carta (todos tenemos a Marte y a Venus en algún lugar de la carta como todo el sistema solar, pero supongamos que la señora los tiene en posiciones muy fuertes y presentes) que se identifica solo con su costado venusino (belleza, arte, femineidad, sociabilidad, encanto y armonía) y para nada con su lado marciano (masculino, penetrante, guerrero, impulsivo, deseante, atacante). ¿Dónde se juega Marte en su vida? En los vínculos y el destino. Por ejemplo: puede sufrir accidentes a menudo, operaciones quirúrgicas, robos, o vincularse con personajes “marcianos”, combatientes, guerreros, violentos o deportistas, por ejemplo. ¿Qué hacemos entonces? Buscamos poner Marte “adentro”, traerlo a su vida por decisión personal. Comenzar a hacer actividades marcianas. Trabajar su cuerpo, su agresividad, hacer deporte, enfrentarse al público, acampar. Y algo se integró, no necesita llamarnos a la puerta constantemente para decirnos “acá estoy”. Si estoy deprimido, tengo que poner Saturno adentro. Tomar la ley interna. No se trata de hacernos un mundo de colores, a veces nos conviene encerrarnos en una habitación gris o hacer un retiro para estar mejor, hay maneras y maneras de vivir la restricción de Saturno y su pedido de maduración. Hay casos inversos, donde algo que se “juega” adentro hay que ponerlo afuera, cuando vivimos situaciones de dolor permanentemente, nuestro Escorpio nos pide mirar el dolor ajeno, contactar con el dolor afuera.

El mandala zodiacal tiene sentido como un todo. En​ ​Aries, abre la explosión energética. En Tauro, se hace cuerpo, se estabiliza. En Géminis, aparece el vínculo, el puente y la comunicación. En Cáncer, la tribu, la pertenencia, el hogar y la memoria. En Leo, la diferenciación de la tribu, la expresión. En Virgo, la idea de sistema, de pertenecer a algo mayor, de entrega. En Libra, aparece por primera vez el otro, la danza del compartir, la pareja. En Escorpio, la sombra que dejamos de lado vuelve a nosotros para ser integrada, lo prohibido. En Sagitario, el fluir de la vida, el viaje, el sentido y las creencias. Para que en Capricornio se llegue a la máxima expresión de la forma, lo más estable, las metas cumplidas, el rol social. En Acuario, se rompen las estructuras previas, se incluye lo inesperado, lo futurista y no aceptado socialmente. Y en Piscis, se disuelve la energía, para volver a estar en estado puro como en Aries, y todo es identificación, sensibilidad y amorfo. La rueda nos enseña que justo cuando algo toma su mayor forma y realización (Capricornio, la parte más alta del mandala), comienza a disolverse. Y cuando está explotando, tenderá a estabilizarse y tomar forma.

Al mismo tiempo podemos estudiar el zodiaco por los elementos: el fuego del inicio, Aries. El fuego concentrado, Leo. El fuego móvil, Sagitario. Otra forma es identificar los ejes, hay seis ejes de opuestos complementarios (dos caras de una moneda). Aries-Libra: yo y el otro (eje de las relaciones). Tauro-Escorpio: la vida y la muerte. Géminis-Sagitario: el alumno y el maestro (eje del aprendizaje). Cáncer-Capricornio: el inicio y las metas (madre y padre, hogar y sociedad, eje del tiempo). Leo-Acuario: la autoexpresión personal y la inclusión de grupos (eje de la creatividad). Virgo-Piscis: el lenguaje y el símbolo (eje del servicio)​.​ Si conocemos el signo del ascendente y de la luna de nuestros hijos (y propio, por supuesto), tendremos un conocimiento que nos dará paz. En los niños se manifiesta con más fuerza el signo de la luna que el que conocemos habitualmente (el signo del sol). Porque el signo de la luna simboliza nuestra infancia, y la relación primaria con la mamá. Según la energía de la luna, será lo que afectivizamos y lo que tememos. Si tengo la luna en Escorpio, afectivizo el conflicto y cuando temo o me siento inseguro, voy a volver a él. Si tengo la luna en Géminis, afectivizo la palabra, y esta y los mundos intelectuales me dan seguridad. Y si tengo la luna en Piscis, vivo en la burbuja de cuentos y, cuando me asusto, me aíslo en ella. Si bien son definiciones, y eso empobrece la energía, es una manera de ejemplificar el mecanismo. En tanto el ascendente es como esa energía que tendremos que aprender a reconocer como propia con el paso del tiempo. Al principio no la vivimos como “yo soy así”, pero sí es lo que los demás ven de nosotros, y además se juega en nuestro destino hasta que aprendamos a incorporarla. Por ejemplo: si tengo ascendente en Aries, vengo a incorporar la energía de arranque, explosión y deseo. Pero al principio la persona puede sentir que la vida “lo obliga” a arrancar antes de lo proyectado. El universo lo empuja. Y si tengo ascendente en Tauro, vengo a aprender los ritmos de la naturaleza, a encontrar mi lugar en lo concreto y a hacer cuerpo. Puedo sentir que la vida “me aquieta” o “me frena”. Justamente porque el aprendizaje es ese.

El entorno de los niños y sus vivencias tienen mucho que ver con su ascendente. El signo del sol irá tomando fuerza con el tiempo, por mi experiencia, se empieza a visualizar con más fuerza cerca de los cinco a siete años. Eugenio Carutti tiene libros muy profundos sobre las lunas y los ascendentes. La primera vez que me hice la carta natal estaba pasando Urano por mi ascendente. El astrólogo me dijo que lo más apropiado era dar un giro arriesgado en mi vida. Le dije que no quería. Y con razón me mandó un remedio: teñirme el pelo de azul. Ninguna locura, si no podía o quería cambiar de casa, trabajo o religión, al menos tenía que convertirme en otra persona. Tenía mucha razón. Teñirse el pelo de azul era una de las tantas formas de que Urano, el planeta que rompe estructuras, no doliera desde afuera. Aprendí que hay temporadas para ser rebelde y temporadas para ser Sarmiento. Aprendí que las cosas que pasan no son “una de cal y una de arena”, son rachas, donde la cualidad del tiempo propone intensidad, dolor o pacificación. Épocas. Aceptar las épocas “malas” es aceptar la​ ​puerta hacia nuevas dimensiones del espíritu. Haciéndonos creativos a cada paso. Ceder nuestra capacidad creativa a los artistas profesionales es como ceder nuestra capacidad curativa a los médicos. Los profesionales son vitalmente necesarios, son depositarios del conocimiento, la tradición, los recursos, y por sobre todas las cosas son catalizadores del poder curativo que hay en nosotros. Pero la verdadera curación, la verdadera creatividad la hacemos nosotros mismos, y también somos nosotros quienes revocamos ese poder peligrosamente.

Ni espectadores ni víctimas, podemos involucrarnos directamente en hacernos a nosotros mismos y hacer nuestro mundo. No hay soluciones prescriptivas ni grandes designios para grandes problemas. Las soluciones de la vida están en los más mínimos detalles y cada vez más implican seres vivientes que se atrevan a crear su propia vida y su propio arte, que se atrevan a escuchar la voz de su naturaleza más profunda y original. Más profundamente todavía, la voz de la Tierra que late en nosotros. (Stephen Najmanovich, Free Play, El arte por la vida) No te prohíbas nada, estarás excluyendo y vibrando bajito. Prohibirse es polarizarse, ponerse en un extremo a juzgar lo bueno y lo malo para uno. Y lo bueno y lo malo para uno va cambiando todos los días. “Nunca”, “Siempre” y “Pero” son palabras dañinas. Hacé que se trate de un juego. Hasta el problemón más grande, que se trate de un buen juego, de una teatralización. Lo será de todas maneras. Ya verás.

El tarot, por ejemplo, es una excelente herramienta de juego para los niños. Cuánto más sabios seríamos si no reprimiésemos los brujos que hay en cada niño. Ellos no tienen caretas sociales, están puros, sobre todo hasta los cuatro años, pero en general los primeros siete. ¿Cómo funciona el tarot? No lo sé, no necesito saberlo todo como cuando era adolescente. Hay misterios que se respetan. Hay que saber parar ante el misterio. Como hay que saber parar ante el secreto de un consultante. No tenemos por qué saberlo todo, debemos respetar la intimidad y el misterio de cada uno de nosotros. El tarot ya no es necesario cuando aprendemos a escuchar nuestros guías interiores (esas partes nuestras sabias que nos dictan o lo que llamo inconsciente, que todo lo sabe y lo ve, incluso desde antes del nacimiento). Pero para nuestra sociedad es muy interesante el uso de “ayudas” como el tarot, porque parecen “externas”, pero no somos más que nosotros hablándonos a nosotros mismos a través de una elección al azar en un mundo donde la sincronicidad y las causalidades son más frecuentes que la casualidad.