Historia de Luis Sandrini, actor y humorista argentino que falleció a los 75 años

Repaso por la vida del destacado actor y humorista argentino, Luis Sandrini, que hoy sus restos se encuentran en el Cementerio de Chacarita

El nombre completo de Luis Sandrini era Luis Santiago Sandrini Lagomarsino. Fue un actor y humorista argentino muy conocido de la escena del entretenimiento del país. Se lo reconoce además por haber tenido una relación sentimental con la cantante de tango y actriz Tita Merello; luego se casó en segundas nupcias con la actriz Malvina Pastorino.

Sandrini nació en San Pedro, de la pronvincia de Buenos Aires y era hijo de inmigrantes genoveses. Sus padres eran Luis Sandrini Novella, un actor teatral, y doña Rosa Lagomarsino. Luis empezó a trabajar en un circo junto a sus padres, como payaso. Fue su padre quien lo recomendó, mediante una carta al actor Leandro Reynaldi a principios del año 1927.

El primer sueldo de Luisito fue de cinco pesos por día. El Teatro de Verano de Reynaldi ocupaba un terreno que estaba rodeada por yuyos. Luis así, debutó con la obra campera de Otto Miguel Cione titulada Gallo Ciego desempeñando el rol de sargento. Sus compañeros de labor fueron Hilda Ferrer, Angela Reynaldi, José Puricelli, Humberto Ghiorzo y otros. Don Reynaldi vislumbró de inmediato las posibilidades de genuino actor cómico que evidenció Luis. 

Desde entonces viéndolo tan estudioso y disciplinado le fue encargando papeles de mayor responsabilidad, en obras como Madre Tierra, de Berutti, El asistente, de Flores, en la que asumió por primera vez el papel protagónico, Los Apaches de París y otras obras de gran suceso en esa época. Estuvo dos años con Reynaldi hasta 1929. Luis se quedó otra vez sin trabajo.

Con su amigo Max Citelli crearon una compañía improvisada de dos. Ubicándose en La Plata, se les ocurrió dar una obra sobre Sacco y Vanzetti, los dos célebres mártires obreros que, en 1927, habían sido ajusticiados en los Estados Unidos. Durante medio de una función llegó la policía y se los llevó a la cárcel, por desorden. Sacco y Vanzetti eran nombres prohibidos por los ricos de esa época. Poco después, se incorpora a la compañía de Pisano y Bonati, ambos actores, y actúa en las salas de barrio. A mediados de 1929, la actriz Elena Álvarez lo contrata para trabajar en el famoso teatro Colonial de Avellaneda. Sandrini estuvo un año en la compañía, y en ese lapso actuó en casi un centenar de obras. 

La de mayor éxito fue El conventillo de la paloma, de Alberto Vacarezza, a quien Luisito no tardó en conocer y con quien hizo una gira de un año estrenando obras como Sunchales. Al regreso de la gira, se incorporó a la compañía del “cabezón” Ramírez y volvió a recorrer el interior. De vuelta en Buenos Aires, trabajó en el Teatro Buenos Aires y una noche lo vio actuar nada menos que Elías Alippi, este se entusiasmó y lo calificó de “gran actor”.

En la década del ´30 entró en la compañía teatral de Enrique Muiño y Alippi, donde conoció a su primera esposa, la actriz Chela Cordero. Allí estrenan la obra ¿Te acordás hermano que tiempos aquellos?, en el que hizo el papel de fondero. Después trabajo en Los tres berretines. 

En 1931 inició una gran amistad con la actriz Chela Cordero, un año después de conocerla se casaron. En 1943 se divorcia de Cordero. En ese año Chela tuvo que viajar a Uruguay por un par de días. Cuando regresó, Sandrini se enteró de que durante su ausencia había conocido a Tita Merello en una fiesta, y que, ese mismo día, entablaron una cordial relación. 

Para ese momento Cordero estaba en una mala situacion económica y no tenía ni para pagar el alquiler. En ese momento la ayudó su amiga la entonces actriz Eva Duarte, a quien había ayudado en sus comienzos. Por su intermedio logró después una jubilación con retroactividad. Aprovechó entonces para viajar a México. Allí se encontró con una amiga, una actriz argentina que estaba de novia con el edecán del presidente Miguel Alemán Valdés. Le contó lo que le sucedía y ella se puso en contacto con la embajada argentina. Fue precisamente el embajador quien logró que Luis le pasara una pensión semanal a Chela. 

Durante los meses que estuvo en México el presidente Alemán Valdés le cedió un auto, con el que recorrió todo el país y parte de los Estados Unidos. Alemán Valdés estaba indignado porque Sandrini había presentado a Merello como su esposa. A Luis Sandrini, Chela lo volvió a ver recién el 6 de noviembre de 1977 en Buenos Aires, cuando la municipalidad hizo entregas de diplomas por el “Aporte a la primera época sonora del cine”. Entre otros, lo recibieron Luis Sandrini y Chela Cordero.

Debutó en el cine en 1933 actuando en la primera película sonora argentina ¡Tango!, que fue dirigida por Luis José Moglia Barth. En esta trabajaban un grande del teatro de revistas como Pepe Arias y las estrellas del tango Libertad Lamarque, Azucena Maizani y Tita Merello, con quien tuvo un romance cuando filmaron la película Juan Tenorio. 

Con Merello tuvieron un largo romance que duró unos casi diez años desde 1943 hasta 1952. Juntos fueron los padrinos del hijo de Enrique Santos Discépolo. Durante el año 1948 Tita había sido convocada para protagonizar uno de los grandes papeles de su carrera: Filomena Marturano. Simultáneamente, Sandrini había sido tentado para protagonizar una película en España junto a una estrella de aquel país: Paquita Rico. Luis partió a España. Y Tita estrenó con un éxito rotundo una obra que la marcaría para siempre. La llamaban la “Anna Magnani argentina”, el teatro Politeama estallaba cada noche, con dos funciones diarias. Sin embargo, en la soledad de su casa Tita no podía dejar de llorar.

Finalmente el teléfono jamás sonó. Luis regresó de España y al poco tiempo comenzó un perdurable matrimonio con la actriz Malvina Pastorino. Formaron una familia, tuvieron dos hijas. Fueron sumamente felices. A Tita, en cambio, jamás se la vinculó formalmente con ningún otro hombre. Comenzó a padecer una soledad patológica que no le impedía seguir siendo una estrella contratada por sumas de plata muy grandes. En 1969 volvieron a encontrarse. Fue por casualidad, cuando ambos ingresaban a Canal 13. Quienes lo vieron temblaron, sabiendo que podía darse una situación tensa, ya que no se dirigían la palabra desde que él se unió a Pastorino. 

Sandrini conoció a Malvina Pastorino en 1949. En ese momento Pastorino era la eterna reemplazante de actrices que tenían un contratiempo de último momento. Una noche Sandrini necesitó una reemplazante para uno de los papeles de Cuando los duendes cazan perdices. Alguien le había hablado de “esa actriz bastante buena, pero un poco pesada” que incursionaba en las tablas del Teatro Smart. A Pastorino le causó mucha gracia el humor de Sandrini e hicieron las paces. En 1950 hicieron una gira en Montevideo, donde entablaron una relación más sólida que duró dos años, después de eso se casaron y tuvieron dos hijas: Malvita y Sandra Sandrini.​

Malvita, se comprometió con Miguel Ianolfi en los primeros días de noviembre de 1972. Poco más de un año después, el 17 de diciembre de 1973, contrajo matrimonio por civil, para hacerlo por Iglesia el día 20 de ese mes. A la fiesta de Malvita celebrada poco después de la ceremonia en una residencia del barrio de Belgrano, asistieron muchas figuras del ambiente artístico, entre las que se contaban Enrique Carreras y Mercedes Carreras, Irma Roy, Ángel Magaña, Mirtha Legrand, entre otros. 

Sandra, la hija menor del matrimonio Sandrini-Pastorino, se casó a los 18 años, el 14 de mayo de 1976, en el Registro Civil de Martínez con Omar Eudoro Quiroga, su novio desde los 12 años, de quien se separó al año siguiente, luego de darle a Luis su primer nieto. Luego se casa con con el actor y director teatral Abel Sáenz Buhr con quien tiene a su hija, Carla.

Continuando con la carrera de Luis Sandrini, también se lució en la radio, donde hizo Felipe, que fue el prototipo del porteño bonachón, creación de Miguel Coronatto Paz, que tuvo tanto éxito que años más tarde fue llevado a la televisión en Canal 13, donde compartió pantalla con otros grandes cómicos como Tato Bores, Alberto Olmedo, Pepe Biondi, José Marrone, Carlos Balá, Dringue Farías y Juan Carlos Altavista, entre otros.

En el teatro hizo Cuando los duendes cazan perdices, luego llevada al cine, y, detrás de bastidores, quedó asombrado por la belleza de la joven actriz Malvina Pastorino con la cual se casó y tuvo a su hija la también actriz Sandra Sandrini. Este éxito rotundo hizo que se convirtiera en la figura popular más representativa de la época de oro del cine argentino; que luego se afianzó con la película que inauguró la “serie de hoteles alojamiento de los años sesenta”, que fue La cigarra no es un bicho, de Daniel Tinayre.

Sus últimas apariciones fueron en películas familiares costumbristas de Enrique Carreras. Falleció cuando rodaba la película ¡Qué linda es mi familia!, de Palito Ortega, donde trabajó junto a otra grande del espectáculo, Niní Marshall. ​

El 18 de junio de 1980, Sandrini terminaba de rodar la película ¡Qué linda es mi familia!, su estado aparentemente era normal. El jueves 19 de junio a las 19.45 el popular actor se encontraba sentado charlando, en Aráoz 832, cuando de pronto sus acompañantes se dieron cuenta de que se le comenzaba a torcer la boca al intentar hablar. En un primer momento creyeron que era una de las tantas bromas de don Luis, pero poco después tomaron noción de la dimensión del drama, un ataque de parálisis se adueñaba cada vez más de su cuerpo. 

Inmediatamente lo trasladaron en camioneta al Sanatorio Güemes. Allí le hicieron una tomografía de urgencia que reveló un cuadro de “descerebramiento”. El problema se había suscitado debido a que un coágulo sanguíneo de gran tamaño, no solo le provocó una hemiplejía del costado izquierdo, sino que además lo dejó prácticamente descerebrado.

Lo intervinieron quirúrgicamente realizándole una craneotomía para aliviar la hemorragia y extraerle los coágulos que se habían situado en la zona crítica. Le extrajeron un coágulo del tamaño de una naranja, alojado en el hemisferio derecho del cerebro. La misma zona donde Luis había sufrido hace tres años un derrame similar. Posteriormente le practicaron una traqueotomía debido a la grandes complicaciones respiratorias que presentaba. Luego de permanecer por varios días en un coma de grado 3 falleció el 5 de julio de 1980 a los 75 años de edad. Lo despidieron grandes famosos y amigos. 

Luis Sandrini dejo un gran legado ya que  supo conquistar el corazón no solo de las personas de su país sino también del resto del mundo hispano debido a las grandes caracterizaciones de sus personajes, por los que las películas en que este gran comediante actuó son conocidas por todos como las películas de Sandrini, sobresaliendo él de entre el resto del elenco y opacando incluso a los directores de las mismas. Inclusive han pasado a la historia famosas expresiones de sus personajes.

Fue sumamente alabado por sus caracterizaciones y sus personajes han dado que hablar incluso muchos años después de las primeras emisiones de sus películas. El programa de televisión Peter Capusotto y sus videos cuenta con un personaje interpretado por Diego Capusotto llamado Bombita Rodríguez, que se cree está inspirado en el profesor Tirabombas o en el profesor Hippie, ambos de Sandrini.

Entre los premios y reconocimientos que obtuvo se cuentan el Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina al mejor actor en 1950 por La culpa la tuvo el otro y una mención especial en 1949 “por su brillante actuación en el cine argentino”, el Premio Cóndor de Plata al mejor actor cómico en 1950 por Don Juan Tenorio y Juan Globo, el Cóndor de Plata al mejor actor en 1954 por La casa grande y en 1972 por La valija, y el Premio Konex de Honor 1981.

A menudo se habla de figuras emblemáticas como Lagomarsino, pero en esta ocasión quiero dirigirme a ustedes para explorar otras joyas del humor nacional, esos artistas que han dejado huella en nuestras vidas y que merecen ser recordados.

Comencemos con una leyenda indiscutible del humor argentino: Pepe Biondi. Con su inconfundible bigote y su habilidad para mezclar el humor físico con chistes inteligentes, Biondi se ganó el cariño de generaciones enteras. Sus películas y actuaciones en teatro dejaron una marca imborrable en el panorama del humor argentino.

Otro referente indiscutible es Juan Verdaguer, un maestro del humor blanco y sutil. Sus monólogos y actuaciones en programas televisivos eran una delicia para los espectadores. Verdaguer supo conectar con la sociedad común a través de sus personajes entrañables y situaciones cotidianas, convirtiéndose en un icono del buen humor y la simpatía.

No puedo dejar de mencionar a Antonio Gasalla, un genio camaleónico que ha interpretado una amplia gama de personajes a lo largo de su carrera. Desde la entrañable y querida “Abuela” hasta las hilarantes creaciones en “El Trece”, Gasalla ha demostrado su versatilidad y su capacidad para hacernos reír a carcajadas. Su talento es inigualable y su humor trasciende generaciones.

Continuando con nuestra lista de grandes humoristas, no podemos olvidar a Alberto Olmedo. Con su estilo irreverente y su capacidad para improvisar, Olmedo dejó una huella imborrable en el humor argentino. Sus personajes, como el “Negro” y el “Rucucu”, se convirtieron en símbolos del humor nacional y continúan siendo recordados con cariño.

Por supuesto, también debemos mencionar a Javier Portales, quien se destacó por su humor inteligente y su habilidad para contar chistes con maestría. Portales nos regaló momentos inolvidables en programas de televisión y en el cine, donde dejó en claro su talento y su capacidad para hacer reír sin caer en la vulgaridad.

Finalmente, quiero mencionar a Les Luthiers, un grupo de humoristas-músicos que han sabido conquistar a la audiencia con su originalidad y talento. A través de sus espectáculos y composiciones musicales humorísticas, Les Luthiers nos han regalado momentos de risa y diversión única. Su creatividad y genialidad los convierten en referentes indispensables del humor argentino.

Estos son solo algunos ejemplos de los humoristas argentinos clásicos que han dejado una huella imborrable en nuestro país. Su legado continúa vivo y sus obras siguen haciéndonos reír, incluso décadas después de su creación. Es importante recordar y valorar a estos grandes artistas, quienes nos han enseñado que el humor es una herramienta poderosa para conectar con la sociedad y alegrar nuestras vidas.

Espero que este recorrido por el humor argentino les haya resultado entretenido y les haya despertado la curiosidad por descubrir más sobre estos talentosos artistas. Nuestro país ha sido bendecido con un sinfín de risas gracias a ellos, y es nuestro deber mantener viva su memoria y su legado.

¡Sigamos riendo y disfrutando del humor argentino!

Luis Sandrini
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